martes, 28 de agosto de 2007

La historia de un fotoperiodista, padre y amigo.

“ESTO SERÁ MI VIDA, ME DARÁ DE COMER

> Celso Roldán ocupó el primer puesto en el II Concurso Nacional de Fotografía - Lactancia Materna.


“Desde que tuve mi primera cámara profesional en las manos, dije: esto me dará de comer, esto será parte de mi vida (…)”.

Mientras Celso recordaba momentos inolvidables, sus manos no dejaban la inquietud a un lado y sus ojos sólo seguían el recorrido de aquellos instantes vividos en una época dura de su vida.


¿Cuánto demorarán más o menos en la entrevista?- dijo Celso un poco agitado y apresurado. Nos miramos a las caras y una voz dijo: una hora aproximadamente.

Entonces voy y vuelvo, ¿me esperan?- dijo Celso. Claro no te preocupes, ve a cumplir tus labores.
Hasta aquel momento, en las inmediaciones del diario La Industria, no imaginamos el ser sensible, bromista y sublime que encerraba uno de los conocidos ‘fotógrafos’ del medio.


Pasamos veinte minutos sentadas en la recepción del diario, en compañía de los tres vigilantes, y apresurado llegó sin la casaca puesta y con su infaltable amiga, la cámara.
“Ya vengo voy a dejar esto” (señaló lo antes descrito), reímos un poco.

Así que este es el ‘point’ de los periodistas de La Industria, dijo una de nosotras.
Y es que nos encontrábamos ya en el cafetín de la INC, donde las risas y las conversaciones no cesaban, a pesar de los exquisitos platos frente a los participantes de cada mesa.

“Aquí siempre almuerzo, es bonito, cocinan rico, barato y nos engríen”- dijo Celso en compañía de su gran amigo Pier Barakat. “Don Truji” (encargado del cafetín) es muy servicial, atiende bien, si queremos más refresco nos dan, si queremos acompañar el arroz con un poco de crema de papa a la huancaína, nos dan…”- dijo con un tono muy sincero y amical.

Celso y Pier se sentaron juntos, al lado derecho de la mesa entrando por la puerta, nosotras formábamos una “c” y nos sentíamos un poco nerviosas por las curiosas miradas de estos dos personajes. El local estaba casi lleno, sólo una mesa faltaba para completar la totalidad, era un ambiente fresco, intelectual, sencillo; era, definitivamente un gran lugar como lo afirmó Celso.

¿Y cómo te decidiste por “Lactando en el relleno sanitario”?- le preguntó una de nosotras. “Yo he ido más de diez veces al relleno sanitario, siempre he visto cosas muy atractivas para retratar, no sólo madres dando de lactar, hay niños, ancianos, discapacitados que trabajan allí en la basura. Recordé que había visto mujeres con bebés y como el tema era lactancia, quería salir de lo común y fui allá.”

Seguíamos conversando y los menudos labios rosa de Celso nos advertían a un joven lleno de aspiraciones maduras, aquellas de un muchacho que vivió desde muy temprana edad la dureza -no sólo de la ausencia paternal- sino, la del trinomio estudio-trabajo-hijo.
“Desde el día siguiente que me regalaron la cámara, salí a ganarme la vida tomando fotos, yo fui padre muy joven -a los 19- aunque mi madre me ayudaba, de mí dependía una vida, siempre traté de ser responsable”.

Haber crecido lejos de un padre, con un paradigma vacuo de su parte, hizo que Celso se convierta en un gran amigo, padre, esposo y profesional. Él es joven aún, sus bromas y sonrisa permanente lo delatan, sin embargo, ese dolor que alberga su alma se ha convertido en el brillo de sus ojos, en esa mirada tierna, y esa sensación de rencor frustrado no es más que las ganas incontenibles de seguir dándole gracias a su madre y a la vida que lo enrumbo a los caminos que hoy fotografía.

“Yo vivo con mi madre, mis padres se separaron cuando yo estaba en la barriga de mi madre, ella ha sido padre y madre, para mí es un ejemplo.
Mi papá nunca me apoyó, pero tampoco le guardo rencor, es mi padre y gracias a él estoy acá”.

¿Y ahora, cómo es Celso cómo padre?- le pregunta una de nosotras.
Trato de dar lo mejor. Con mi ejemplo, aconsejándole, sobre todo a mi hijo de 10 años, creo que los mejores ejemplos son las acciones, los valores- dijo Celso con un tono suave y conmovedor.
Pero el profesional que es hoy, lo llevaba dentro de sí desde muy pequeño. Él solía dibujar en hojas de papel un cuadro (tipo encuadre fotográfico) y dentro de él episodios futbolísticos, además, con una pequeña cámara que su madre guardaba, tomaba fotos incipientemente.

Pero ésto sólo fue una evidencia efímera de su verdadera vocación.
“(…) donde marca ya mi vocación por el reporterismo gráfico fue cuando fui al estadio a ver el encuentro de Alianza Lima con Manucci. Recuerdo que veía a los fotógrafos con unos lentes grandes y me llamaba la atención, hasta que un día le pregunte a mi tío quiénes eran esas personas, y me dijo: son reporteros gráficos, son de prensa.

Desde ahí me dí cuenta que era una labor bonita porque estabas en lugares donde la gente común no podía estar, entonces me llamó la atención un señor (…)”

El destino le jugó a Celso, grandes pruebas –una de ellas- el haber visto desde siempre a su futuro compañero de labores. A quien admiraba y seguía de cerca en los diarios, de quién solía observar las fotos y quién hoy es un gran ejemplo para él.

“(…) pero, ¿cómo es no? las cosas de la vida, ese señor que yo veía ahora trabaja conmigo, es Américo Barriga. Me da mucho gusto porque yo lo ví desde niño y ahora trabaja conmigo, es mi compañero, pero nunca lo puedo tutear”.

¿Y cuál fue tu impresión cuando tuviste por primera vez una cámara profesional en las manos?- preguntó aquella sentada a la derecha del joven.

“La primera cámara que tuve la compró mi mamá cuando estaba en 3er ciclo,
desde que tuve mi primera cámara profesional en las manos, dije: esto me dará de comer, esto será parte mi vida (…)”.

¿Aún la conservas?- preguntó curiosamente otra.
“La mande a arreglar y nunca me la devolvieron”- dijo Celso con mucha pena e inocencia.
De inmediato las risas no se hicieron esperar y se unieron al ruido del lugar.

Así es Celso Nicolás, fotógrafo de la vida, quien en su haber ha fotografiado desde un accidente hasta la llegada de presidentes y encuentros deportivos. No se siente solo, pues a su lado tiene a su esposa y dos hijos, a su gran amigo Pier y todas aquellas personas que quedaron retratadas -no sólo en sus fotos- sino en su mente, de quienes aprende constantemente.

De pronto una pregunta lo sorprende: ¿Celso tú te consideras un fotógrafo de la vida o un fotógrafo de diario?
Se queda en silencio y responde: “nunca me he puesto a pensar en eso, pero creo que soy de la vida”.

¿Nunca te jubilarás entonces? No, creo que no. El día que me voten seguiré con la fotografía, porque no solamente pienso quedarme en el periódico, tengo otras metas y todo viene con su debido tiempo, si tu obras bien, con sacrifico y esfuerzo la recompensa será muy buena”.

Pero detrás de ese ser sublime y sensible, existe un joven travieso, bromista, que ha hecho de sus fotografías verdaderas obras, y no nos referimos precisamente a rostros o personajes, sino, a una parte de su cuerpo en especial.

¿Y te has fotografiado a ti mismo?
“¡Uy!… si supieras lo que he hecho tomando fotos (…)”, dijo con un tono pícaro.
Nos miramos entre nosotras y a la mente vinieron pensamientos prohibidos, que nos hicieron sonrojar previamente.
“A veces me tomaba en la vitrina del baño de mi casa, tomaba fotos a mi dedo, así…hasta….”, de pronto un silencio y una efímera decisión atormentaba su risa.
“Bueno les voy a contar algo que hice en la universidad (…)”, dijo en voz baja y con tono confidencial.

“Le tomé foto a mi pene y le mostré a mis amigos, ellos decían: un dedo, un dedo. Pero sólo lo hice por bromear (…)”- dijo aclarando el panorama comprometedor en el que nos veíamos envueltas.
Las miradas analizadoras de Pier se conviertieron en fiscalizadoras de nuestra moral y Celso agachó la mirada, en señal de arrepentimiento por lo dicho.

Su sencillez sale a relucir incluso en momentos jocosos. Y es que él le tiene fe a un Celso aprendiz de la vida, que ha sufrido, llorado y conocido lo duro que es afrontar situaciones paternales a una edad temprana, pero que, además, lo convierten en un muchacho modesto, que le gusta ayudar, y, lo más importante, sentir con cada una de sus fotografías al lado de un ‘gracias’ que brota de sus labios para todo aquel que le permite ser como es.

Autoras:
Mariana Carranza,
Saira Luján,
Danelia Ocampo,
Mariela Rivera,
Crist’ Valencia.

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