GRACIELA: VIGILANTE DE SU PROPIA VIDA.

La gente entra y sale. En la puerta principal, una mujer parada firmemente vigila de manera minuciosa y táctil las pertenencias de los alumnos y visitantes que salen de la Universidad Privada Antenor Orrego.

Su uniforme no se diferencia en nada al del varón, pues utiliza botines, pantalón de corte varonil, chompa color marrón, blusa y corbata. El pequeño sombrero que cubre su cabello y que, en cierta forma, oculta su feminidad, resplandece cuando en cada despedida dibuja una sonrisa en su maquillado rostro, poniendo el toque de delicadeza al uniforme tan rudo que lleva puesto, diferenciándola de sus demás compañeros.

A sus 26 años de edad, Graciela Moya Aguilar, trabaja como vigilante en esta universidad desde hace dos meses. El horario de su rutina es de 7:00 am hasta 7:00 pm durante seis días a la semana, teniendo el viernes, su día libre, para dedicarle a su retoño más preciado. “Los momentos libres que tengo se la dedico a mi hija de dos años y medio, como por ejemplo, cuando salgo de trabajar, cuando no tengo clases y mi día libre. A veces algún familiar la trae para que me vea un rato, ya que, como esta muy chiquita me extraña y necesita más de mi atención”.

Esta joven vigilante es egresada de la Universidad Nacional de Trujillo como docente en la especialidad de Matemática. Pero a pesar de tener un título a la mano, actualmente no ejerce su profesión, siendo una desempleada más que figura en su campo profesional. “Este año me presenté a dar mi examen y poder ocupar una plaza, lamentablemente no lo logré. La competencia es muy fuerte, hay profesores con bastante experiencia empezando desde ahí la desventaja. De todas maneras, este año que viene me voy a presentar de nuevo”, expresó Graciela Moya con voz de desilusión pero firme en su decisión.

Al encontrarse sin empleo y con la responsabilidad de mantener sola a su hija, no dudó en seguir el consejo de su cuñado- también vigilante- quien le informó de la convocatoria de personal masculino y femenino para el Servicio de Seguridad en esta institución. “Al saber de esta convocatoria, no dudé en presentar mi currículo a la empresa quedando felizmente elegida”.

Son 15 los vigilantes que laboran en esta universidad, entre ellos 11 varones y 3 mujeres.
Aún se cree que sólo los varones pueden ser parte del “Servicio de Seguridad”, sin embargo, este estereotipo esta desapareciendo, pues tanto el hombre como la mujer tienen las mismas capacidades intelectivas y motrices para defender los intereses de una empresa. “Las mujeres somos las menos aceptadas para ejercer esta labor ya que las instituciones mayormente prefieren a varones. Sin duda no podemos desaparecer el machismo de la noche a la mañana. Son pocas las empresas que dan esta oportunidad de trabajo a chicas”.

A pesar de que la mayoría de vigilantes son varones, Graciela no tiene problemas de machismo en su campo laboral. Muy al contrario, la relación de compañerismo con ellos es mutuo. “Con todos los chicos me llevo bien a pesar de no entablar fuertes lazos de amistad – entre risas, mientras uno de sus compañeros la observa atentamente-, pues los horarios que cada uno tiene son diferentes, además que diariamente nos rotan para cuidar un cierto sector de la institución”.

El trabajar como vigilante no le disgusta, al contrario, lo considera como un trabajo tranquilo en donde puede aprender y obtener experiencias nuevas, además de ayudarle a desenvolverse y relacionarse con diferentes tipos de personas y sobre todo a ser tolerante.

Pero en sí, lo más importante es que este empleo alivia sus problemas económicos, pues el sueldo mensual que gana no sólo le permite mantener a su hija, sino también que costea sus estudios de inglés y computación. Sin duda, Graciela es mujer y madre a la vez, con muchas aspiraciones y objetivos que cumplir y cuya motivación es ese pequeño ser que la empuja cada día a ser mejor.