sábado, 16 de junio de 2007

LABOR MATERNAL

Alfonsina Alonso Del Río, tiene 39 años, es natural de Huari (Ancash). “En realidad soy de un caserío del distrito de Acopalca. En mi tierra me decían ´dulzura de Huari´, porque antes de venirme a Trujillo vendía dulces”, manifiesta alegremente.

Ella es padre y madre de sus tres hijos de distintos compromisos. “Miguelito es mi último hijo, tiene dos años; Alberto cuatro y Juan seis, éste ya está en la escuela”.

Hace tres años atrás, Alfonsina llegó a Trujillo en busca de un futuro mejor. No le gusta perder el tiempo, se dedica a varias cosas. "Vendo verduras por las mañanas y golosinas en las tardes”. Efectivamente, esta humilde madre de familia vende verduras en las intersecciones de Salaverry con Daniel Alcides Carrión.

Su faena comienza a las 4:00 de la madrugada. "Primero, voy al mercado La Hermelinda a comprar verduras. Al regreso, voy al depósito a sacar mi triciclo. Hasta ahí nomás se hace tarde. No hay tiempo ni para tomar mi calientito”.

Este lugar no sólo es ocupado por Alfonsina. En esta esquina se concentran comerciantes de diversos productos como: leche, alfalfa, productos cítricos, pescado y entre otros.
Vendo papa, tomate, camote, apio y zanahoria. Pero existe una tremenda competencia. A pocos metros, hay un mercadillo, donde ofertan de todo, sin embargo, aquí vendo más, porque yo le despacho con yapita y a menor costo, aunque no se gana tanto. Expresa Alfonsina con cierto malestar, con su Miguelito en la espalda.

La inversión diaria no pasa de 25 soles. Hay días, donde los precios en el mercado se elevan exageradamente. Sin embargo, me deja alguito y eso es suficiente para dar de comer a mis tres hijos. Con suma preocupación, narra en el momento que hay menos cliente.
Alfonsina no deja de llamar a los clientes, se le escucha constantemente “lleva caserito, lleva…”.
A su margen derecho se encuentra la panadería ´Pan Trujillo`. Al lado una iglesia evangélica `Dios es Amor`. Esta zona es bastante concurrida desde las primeras horas de la mañana.
Cuando inicié mi negocio, tuve una tremenda duda. Pensé que no iba vender tanto mis productos. Pero gracias a Dios, este lugar es muy apropiado, para mi trabajo. De una u otra manera, la panadería y la iglesia me favorecen para vender más.

El fenómeno del clima le preocupa bastante. Las primeras horas de la mañana el frío es intenso. A las 6:00 a.m., el viento sopla desde abajo, como si alguien roseara agua. Mi hijito se encuentra resfriado. No tengo a nadie en casa. Mis otros pequeños se quedan con su tía. Miguelito es muy tierno para dejar junto a ellos.

Antes de concluir su jornada matutina, Alfonsina y su pequeño Miguelito ingieren sus desayunos. Siempre le doy jugo o leche a mis pequeños. Pienso que ellos necesitan de una buena alimentación, para que crezcan sanos y fuertes. El bienestar de mis hijos es la única razón de mi trabajo. Nunca me descuido de sus comiditas.

Esta labor finaliza con el traslado de su triciclo, hasta la urbanización de Las Quintanas. Todos los días camino más de 10 cuadras, empujando mi triciclo hasta el depósito, que está por la espalda del Banco de la Nación. Dejaría al lado, pero aquí cobran muy caro. Allá pago un sol cincuenta, diario me ahorro un sol. Claro, cansa un poco caminar.
Aunque el recorrido para dirigirse a su casa, se prolongue más, ella lo hace con mucha facilidad y energía.
Me dice que vive en la parte alta del distrito de Moche. “La casa donde vivo, no es mía। Es de una tía. No me cobra el alquiler, sin embargo tengo que pagar los recibos de agua y luz”.

Alfonsina siempre está cuidadosa de la hora. Sabe que a las dos de la tarde debería estar en su otro trabajo. “Me dedico también a la venta de golosinas, en las inmediaciones del Colegio Interamericano y Alexander Graham Bell”.

El uso del tiempo prudente, por lo menos para ella, es fundamental. De lunes a viernes va desde las 2 a 6 de la tarde. Siempre trato de llegar bien puntual, para vender alguito a la hora de entrada. "A veces no se puede pues, con estos hombres que nos paran botando”, manifiesta con cierto carácter de furia y preocupación, haciendo alusión a los policías municipales y al alcalde.

“Prácticamente nos están quitando el alimento de nuestros hijos. No entiendo cómo la gente soporta todo el abuso de César Acuña. Sinceramente no comprendo. Este hombre no es solidario con tantas madres trabajadoras. ¡Alcalde no se le puede llamar!, porque alcalde es una persona que entiende, habla con el pueblo, pero él no. ¿Por qué no da la cara, por qué se esconde?”.

En esta labor ya no se observa, empujando un triciclo ni una carreta. Sólo utiliza un simple cochecito de color rojo y amarillo. “Mi coche llevo a mi casa todos los días. Encargar o alquilar resultaría muy caro. Así ahorro para dar de comer a mis criaturas”

Para llenar de golosinas al cochecito, invierte 15 soles por día, aproximadamente. “Siempre recupero mi capital. Lo importante es que me deja diez a doce soles de ganancia. Mis clientes mayormente son los estudiantes de ambos colegios”.

El mejor deseo de Alfonsina, es trabajar por sus hijos. La invocación que ella hace es a las autoridades. “Sólo pido al señor alcalde, que me deje trabajar tranquila”.

Lamentablemente, ninguno de los hombres con quienes procreó sus tres hijos, se hicieron responsables de sus pequeños. “Pero eso no significa que tengo que cruzarme de brazos. Seguiré luchando hasta donde el Divino Creador me dé la vida”, expresa enfáticamente Alfonsina, con ciertas manifestaciones de optimismo y coraje.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mejora el titular. No da información relevante. Describa mejor y dele mayor fuerza a la narración. Que el lector se encargue de la interpretación.