sábado, 16 de junio de 2007

El Libro de los Espejos. 7 ensayos a filo de catre : “Siempre viva”

La Obra de Gregorio Martinez “El Libro de los Espejos. 7 ensayos a filo de catre”, contiene una serie de comentarios que en lenguaje poco común el autor desarrolla en un su estilo muy personal. Es un libro plagado de comentarios en doble sentido.
Critica la Biblia que, a criterio personal, es el primer manual de principios morales que ha permitido, en más o menos medida que la sociedad no se descarríe, ya que vivimos lamentablemente en un mundo que cada vez se olvida más de Dios.
Ejemplo de esto, es su comentario vertido en la página No. 76 y siguientes, con el título “Siempre viva” donde comenta sobre la obscenidad en la literatura.
“La obscenidad, tan condenada de los labios para afuera, es una flor, anemófila, siempreviva, que te incita. Se cierra sigilosa, pero vuelve abrirse lozana, húmeda, con su fragancia tentadora. Aunque el profeta Confucio haya dicho, en chino clásico, nunca en mandarín ni en cantonés, que una imagen vale por mil palabras, lo cierto es que las más terribles persecuciones a sangre y fuego siempre se han lanzado contra libros obscenos, hechos de pura letra, antes que contra cuadros o películas perniciosas”. Asevera el citado escritor, que incluso la Biblia no escapa a tener un leguaje obsceno en el relato de sus historias, así, en la página 78 señala lo siguiente: “(…) no existe libro con mayor obscenidad que la propia Biblia (…)”. Comenta el citado autor “Uno abre el Génesis, contrito, con las mejores intenciones, sanas y alturadas, para leer la mera palabra de Dios todopoderoso, capítulo 38, versículos 8- 10. Allí está, paso a paso, la historia salaz, escrita por la mano de profeta, pero no de su propia cosecha sino fielmente a dictado de la voz del Eterno. Una de las tantas historias salaces. Onán copulando a la fuerza con Támara, su cuñada, mientras el ojo penetrante de Dios los espía desde la lejanía celestial y entonces, claro, descubre la trampa. Al borde de la eyaculación, alerta como gato techero, Onán se ladea, saca la pichula de la yema del gusto y derrama en el suelo la espesa simiente, el almidón de yuca. Todo para conservar su heredad. ¡Maldición!, ni siquiera en el ombligo, grita la voz cavernosa de Altísimo. Pero, por si acaso, la mirada del ojo de Dios baja y ausculta las partes íntimas de Támara, la humedad sin grumo, asegura el versículo bíblico (…). Luego, dotados con los rigurosos métodos de la hermenéutica textual, los exegetas de la Biblia, en diferentes lenguas, sacaron en limpio, algo que nunca ocurrió, que el precavido Onán había cometido el pecado repugnante de la masturbación, acto aberrante que desde entonces pasó a llamarse onanismo, con la tardía complicidad del libertario Voltaire en Diccionario filosófico, pese a que el inocente personaje bíblico, ni siquiera rijoso, apenas había cometido un desesperado coitus interruptus para no empreñar a la viuda de su hermano que había muerto sin dejar heredero. El pajero histórico de la cultura occidental en Diógenes, el Cínico, que vivía en un botijón y había nacido en la época de los cinco grandes profetas: Zoroastro, Buda, Lao Tse, Confucio y Pitágoras”.
Como se ve, el autor de la obra en comento, con una perspectiva muy marcadamente obscena, pretende presentar a la Biblia y sus relatos inspirados por Dios como un libro que de santo no tiene nada. Hay que recordar que, la palabra Obsceno de acuerdo al diccionario significa algo que presenta o sugiere maliciosa y groseramente cosas relacionadas con el sexo. Una lectura correcta de la Biblia, nos lleva a concluir que la aseveración del autor esta totalmente alejada de la realidad. Así, el capítulo 38 del Libro de Génesis dice lo siguiente: “En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam. 2Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron, 3ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er. 4Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán. 5Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.
6Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar. 7Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida. 8Entonces Judá le dijo a Onán:
—Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.
9Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él. 10El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida. 11Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:
—Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad.
En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.
Lo que la Biblia relata es que Onán tenia que acceder a tener relaciones sexuales con la mujer de su hermano que había muerto, respetando de esa manera la ley del Levirato
La palabra deriva del lat. levir, que significa “hermano del esposo”. Cuando un hombre casado moría sin tener hijos, se esperaba que su hermano se casara con la mujer. Los hijos del matrimonio figuraban como del primer esposo. Esta costumbre existe en otros pueblos además de los hebreos.
Se supone esta costumbre en el relato de Onán en Gn. 38.8–10. Onán tomó a la esposa de su hermano, pero no quiso que ella tuviera un hijo de él porque “la descendencia no habría de ser suya” (v. 9) y sus propios hijos no disfrutarían de la herencia primaria. Este versículo no enjuicia el control de la natalidad en sí.
Por lo tanto la visión comentada por el autor del libro, en nada se ajusta a la realidad de los hechos. En ella se muestra a Dios como un ser depravado, obsceno; alejando la visión real del ser supremo….

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