lunes, 11 de junio de 2007

IGLESIA SAN AGUSTIN: PRECIADO TESORO

La Iglesia San Agustín de Trujillo, es una herencia que nos dejó el grupo religioso “Los Agustinos” en esta ciudad. Es el tesoro que todos buscamos y lo encontramos en el Jirón Bolívar a una cuadra de la Plaza de Armas.

Los Agustinos, hermanos en la fe llegaron a esta hermosa ciudad y fundaron el convento en 1558.Luego iniciaron la construcción del Monasterio e Iglesia de San Agustín . Pese a los daños materiales que sufrió a causa de los terremotos, no se detuvieron en reconstruirla, Por eso, es y seguirá siendo un tesoro que todos valoramos y formamos parte de ella.


En una tarde muy nublada, pero con los corazones iluminados por Dios, Los Agustinos llegaron a Trujillo. Sus rostros expresaban alegría y felicidad porque cumplían con su gran misión de propagar la fe cristiana y lograr la conversión en las personas a la religión. De esa manera, nosotros logremos alcanzar el perdón y salvación de nuestras almas.
Prior Fray Diego Gutiérrez fundó el convento en el año 1558, convocando a la cooperación de las personas a formar parte en su construcción.


Los primeros benefactores del Convento fue el célebre capitán don Juan de Sandoval y su mujer doña Florencia de Valverde. Este matrimonio, que se había distinguido por sus obras pías realizadas en la ciudad, tomó a su cuidado la edificación del Monasterio e Iglesia de San Agustín. Ellos, con sus corazones solidarios y desinteresados cumplieron esta labor y la obra fue concluida en 1603. Dedicando cada minuto de su existencia en esta misión.


Pero no sólo la felicidad nos acompañó sino la tristeza amilanó nuestras almas. Pues los terremotos de los años 1619, 1759 y 1770 destruyeron gran parte de la Iglesia y también nuestros corazones. Pero inmediatamente fueron reconstruidas con fe, voluntad y esfuerzo. Ya que las excusas no participaron en el momento de cooperar.


Fue sorprendente cuando lo visitamos, miramos arriba, abajo, a los costados y palpamos
La Iglesia fue construida en muros de adobe, arcos y bóveda de ladrillos y quincha. Es una estructura arquitectónica mixta de una sola nave con crucero y cúpula.


La portada es la más fina creada por la arquitectura del manierismo en Trujillo. Campea un espíritu de finura de trazo y calidad, de diseño rara vez repetido en la región. Pero lo que más abona en su favor es su libertad de composición creada, que muestra una perfecta unión entre el trazo clásico de los elementos muy puristas y la decoración del frontón y friso. También su estupendo púlpito cuya decoración rococó y en parte “Art. nouveau”, hace de esta pieza la mejor del arte trujillano del siglo XVIII. Original por su coronación, tiene en su diseño una riqueza incomparable de imaginación.


Las generaciones pasadas disfrutaron de sus cultos y nosotros no dejamos pasar la oportunidad de conocer a esta herencia material y espiritual, y participar de sus misas.
En una tarde muy fría, las puertas de la Iglesia estaban abiertas, ya iba a empezar el culto de las seis y treinta. Pese al frió perturbador, aliado con nuestra carne, niños, adultos y ancianos asisten a la misa. Antes de entrar, las personas se detienen por unos minutos ante la imagen de nuestro Señor Jesús que se ubica al lado izquierdo de la entrada. Unos miran la imagen fijamente sin mover los labios, pero con una expresión de tener el corazón contrito y humillado que pronuncia mil palabras por segundo. Otros en cambio, inclinan sus rostros, cierran sus ojos y mueven los labios, entrando en comunión con Dios. Luego de una breve oración colocan sus limosnas.

Algunos fieles, se dirigen ordenadamente a las imágenes que están al lado izquierdo, entregando a cada imagen sus peticiones. En primer lugar esta la imagen INRI “EL Señor de la Soledad”, luego la Virgen de la Puerta , Santo Benito de Palermo, el Señor Jesús, San Francisco Solano, San Antonio y la imagen Santa Rita “ la patrona de los imposibles.”
Luego toman asiento para disfrutar de la maravillosa misa, que promete ser jubilosa para nuestras almas, que nos recuerda amar a Dios y a nuestro prójimo y que nuestras acciones estén encaminadas por la senda del bien.

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