DESAYUNOS DELICIOSOS EN LAS AFUERAS DE LA UNT
Realidad asombrosa ante la vista y el hambre del universitario
“Me duele la barriga, no tome desayuno, quiero comer”, son algunas de las frases que comúnmente expresamos cuando el hambre apremia, pero para éstos casos tenemos un repertorio muy provocativo en las afueras de la ciudad universitaria, sí, en esa berma central donde cada mañana la vemos vestida de un gran comercio ambulatorio. No quiero ahondar en la apreciación de todas ellas sino más bien escoger de aquel “montón” al negocio que de manera particular me llamo la atención, y el que puede saciar nuestra ansia de comer, los desayunos.
siempre dice que el desayuno es lo primordial, y creo no se equivoca, por ello siempre sigo sus consejos cuando a diario me repite, ¡hija no te olvides de comer algo pero que sea saludable!, y pues recordando esas palabras decidí aquella mañana friolenta ir en busca de un buen y rico alimento. Con ese objetivo salí de la universidad, y mientras el semáforo estaba a mi favor, me adelante a cruzar, y…“¿amiga que deseas quinua, avena, jugo? a cincuenta nada más, ven, ¿que deseas?”. Ante esos llamados me detuve no sólo a observar la variedad de sándwiches que había en una gran vitrina ni en la cantidad de jarras que mostraba la “cafetería andante” sino también en el número de universitarios que consumen ese apetecible vaso de quinua y pan con lomito que nos ofrece la señora Rosa a un precio tan módico de un nuevo sol. Ella una mujer de más o menos 40 años, tez clara y con una sonrisa particular suele ofrecer a su clientela una diversidad de exquisiteces además de la gran oferta, por la compra de 3 desayunos 1 sándwich gratis. Pero la particularidad de ésta mujer, que viene laborando hace ya mucho tiempo en ese negocio es la alegría y el buen ánimo que le pone a su trabajo. “El llevarte bien con tus caseros favorece al negocio, para que te compren más y venga más gente, es de buena suerte”, dijo Rosa cuando atendía un pan con pollo.
Mientras los minutos avanzaban y la permanencia junto a Rosa se prolongaba observe a sus clientelas, sí, aquellas que recurren a su puesto de trabajo casi todos los días, y a los que ella dice querer por esa chispa que tienen cuando le compran un “desayunazo”, como Luis, el cliente más asiduo y al que le gusta bromearse con sus compañeros mientras prueba sorbos del jugo de manzana que le acaban de servir. Pero ante aquella mirada de Rosa que interpreto me dice “compra y no mires” y ante la prisa de los universitarios por comprar un vaso de quinua y avena, me animé por solicitar el jugo combinado tan provocador y un pan con pollo, al que pedí le pusiera mayonesa. ¡Uhmm! era muy bueno lo que estaba probando, decía entre mí, aunque talvez sería por el hambre, pero igual resolví repetir lo saboreado.
ya las once y treinta de la mañana y las vitrinas y jarras del negocio de Rosa estaban casi vacías, “hoy tuve un buen día, será porque has estado aquí” sonrió la señora, “no creo, son sólo días de suerte”, atine a contestarle. La observo discretamente, ella alista sus cosas, limpia rápidamente y se retira del lugar haciéndome un ademán con la mano.
te ofrezco una muy buena solución para aliviar aquel dolor de estómago cuando cada mañana al rugir nos pide alimentarlo, pues sí es pasar por la carretilla de la señora Rosa, una comerciante que no sólo te pide le consumas su variedad de desayunos, sino que también te suele regalar una sonrisa, buen humor y simpatía con la finalidad de que desayunes contento y regreses a la próxima porque te esperará con la “yapa”. Pues Rosa es sólo una muestra de todos los ambulantes que ofrecen comida al paso en las afueras de la Universidad Nacional de Trujillo que aunque incómodo y fastidioso para los vecinos, beneficioso para la sobrevivencia de los que la ofrecen.
miércoles, 13 de junio de 2007
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1 comentario:
No pedimos un comentario. Les planteamos que produzcan una crónica. El arranque de su historia no es el adecuado.
Esmérense en pulir sus informaciones. Antes de publicarlas en el blogg, revísenlas, no una vez sino 50 mil veces. Es una exageración, pero es la única forma de no cometer demasiadas torpezas en la redacción.
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