jueves, 14 de junio de 2007

** Barriga llena, universitario contento **

Tamales. Hamburguesas. Conchas negras. Quinua. Pizzas. Picarones. Jugos. Anticuchos. Pan con queso, huevo, mortadela y palta. Chicha morada. Papita rellena. Leche pantera. Gaseosas. Cachangas. Churros.
Son mil y un historias las que encierra cada uno de estos aperitivos al paso acelerado, y de vez en cuando cansado, de los jóvenes universitarios, que, al empezar la jornada académica y darla por terminada no dudan en saciar su hambre con una exquisita mordida al pan de 50 céntimos, un trago de chicha del vaso ajeno, o, simplemente, con un vistazo al panorama.
“¡Qué buena está la chica de las conchas!”, le decía un joven un tanto robusto, de mirada fuerte y voz liviana, a uno más alto que él, que en respuesta, soltó la risa y movió la cabeza luego de haber volteado a confirmar el deseo oculto de su camarada hambrienta, sin importar por momento alguno el tumulto estudiantil.
Y es que hay de todo. Desde señoritas de figuras y curvas dibujadas ofreciendo conchas negras, hasta señores que parecen llegar a la andropausia, como el famoso tío Tony, el de las hamburguesas y las promociones.
Universalmente hablando, no cabe duda que la vida universitaria significa exactamente eso, un mundo lleno de aventuras, que no sólo se encuentra en los libros y en las aulas, sino, en cada paso dado con melancolía, alegría, pesimismo, con esas ganas de vivir intensamente y con ese desaire que se siente por un calificativo subterráneo o por esa mirada que nunca se concretó.
Ante lo inminente, el alivio es una porción de picarones acompañada de una bebida, para contentar al corazón, barriga llena…, no hace falta terminar la frase.
El desgaste físico y mental de nosotros, los estudiantes, se ha convertido en un negocio redondo para todos estos singulares personajes, que en lo consuetudinario son testigos del primer amor, de la pelea del día, de un yan quen pó para compartir los gastos en la chanchita y no quedarse con el antojo de ese llamativo churro o esa papita rellena que a lo lejos nos llama con su color dorado.
Pero, ¿qué existe detrás de tanta amabilidad, de esa estrategia de venta y ese gozo al observar la satisfacción del público luego del primer bocado?.
Ella lleva tan sólo 15 días en la venta de picarones y papas rellenas en el frontis universitario. Carmen Ocaña es el nombre de esta humilde vendedora, la que frita el delirio de los académicos, con una pizca de humor y una cucharada de meditación; la que, con un moño recogido y un polar en las piernas, se siente lista para seguir trabajando con la esperanza de llegar temprano a casa y ver “Pasiones prohibidas”, su novela favorita.
Quienes concurren al lugar y se sientan en aquellas bancas cremas, que muy amablemente el infaltable compañero de la señora Carmen (su esposo) ofrece, no se imaginan que a pesar de llevar puesto el polo azul, rojo y blanco de Alianza por el progreso y haber votado por Acuña, es de toda la vida y de corazón, una militante del Partido aprista peruano.
Y es que sincesaramente, el hambre y las ganas de saciar el antojo luego de largas horas de clase, hace que se constituyan en una barrera y bloquee ese sexto sentido en los varones y ese sétimo en las chicas, para darnos cuenta de tanta riqueza en ese corazón y manos que nos alimentan.
Lástima que ahora, éstos, nuestros salvadores, hayan tenido que dar dos pasos a la derecha y otros hacia la izquierda por ordenanzas de la Municipalidad; pero lo cierto es, que a pesar del desalojo el antojo queda, y éste es el móvil de la búsqueda por el perímetro universitario.
A donde vayan, siempre regresarán, porque son parte de la u n i v e r s i d a d, de la nuestra, de la UNT; del romántico encuentro de las parejas, de la alegría de compartir con los amigos, de la excesiva confianza del muchacho que muerde con boca generosa, y, del paso cabizbajo de los que están “a las justas”, pero que no dudan en recibir un bocado virtual para no quedarse con las ganas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ubica el lugar de la historia, por lo menos en el segundo párrafo. Me parece que deberías haber comenzado la crónica desde el tercer párrafo. Los dos primeros así planteados le quitan agilidad. El listado gastronómico de entrada no es adecuado.
Puedes mejorar.